Todo el mundo puede escribir, ¿por qué no?
Solo hace falta un papel, un bolígrafo e imaginación. Solo hace falta tener ganas de sentirse realmente libre por un instante para plasmar en un papel lo que se te pasa por la cabeza.
El cerebro no para de transmitirnos pensamientos, aunque no queramos. La mayoría no tienen relevancia y tienen que ver con el día a día. Con los sentimientos que nos provoca el entorno en el que vivimos. Pero existen otros, que normalmente ignoramos, que los que merece la pena escribir. No hace falta tener ojos para ver. Para percibir imágenes que no sabemos de dónde han salido pero están ahí. Y las ha creado algo que hay dentro de nosotros.
Para mí, la escritura es sinónimo de libertad. El papel en blanco es un mundo que tú puedes crear. Y lo puedes crear como quieras. Es la libertad absoluta.
Los perajes que tienes la posibilidad de crear en el fondo tienen vida propia, ya que mientras que escribes estás pensando en ellos y por lo tanto están existiendo. Y seguirán existiendo mientras que otra pera lea lo que tú has escrito.
Es posible que ahora mismo alguien que nos ha creado nos esté escribiendo, u otra pera leyendo, y por eso creemos que estamos vivos.